La gente tiene cicatrices, en los sitios más inesperados.
Son como mapas de nuestra vida personal. Diagramas de nuestras viejas heridas.
La mayoría de las heridas se curan y no dejan nada más atrás que una cicatriz,
pero algunas no, algunas heridas las llevamos con nosotros siempre a todos
lados y, aunque el corte hace tiempo que se hizo, el dolor aún aguanta. ¿Cuales
son peores? ¿Las heridas nuevas que son horriblemente dolorosas o las viejas
que se deberían de haber curado hace años y nunca lo hicieron? Quizá las viejas
heridas nos enseñen algo. Nos recuerdan dónde hemos estado, lo que hemos
sobrevivido. Nos dan lecciones sobre que evitar en un futuro. Eso es lo que nos
gusta creer. Pero no es así como funciona, ¿Cierto? Hay cosas que teneos que
aprender una y otra, y otra vez... En algún punto, quizá debamos aceptar que el sueño se ha
convertido en pesadilla. Nos repetimos que la realidad es mejor, nos
convencemos de que es mejor no soñar jamás. Pero los más fuertes de nosotros,
los más determinantes, nos agarramos a nuestro sueño. O nos encontramos a
nosotros mismos enfrentados a un nuevo sueño que nunca habíamos considerado.
Nos despertamos para encontrarnos a nosotros mismos, contra todo pronóstico,
llenos de esperanza. Y, si tenemos suerte, nos damos cuenta que frente a todo,
frente a la vida, el verdadero sueño es ser capáz de soñar.
Fátima Sanchis.